Amo la alegría de un pensamiento oculto,
sin cadenas y desatado al viento,
como tallos verdes, barrotes de margaritas.
Amo al invierno en primavera,
la inocencia de los niños traviesos
pateando la pelota, que el mundo es un juego.
Amo contar estrellas hasta dormir,
perseguir la luna y descubrir su lecho,
jugar con sus sombras hasta alcanzar la mía.
Amo la rebelión de la luz en los ojos del alba
que lanza en manto oscuro, sus volitas blancas.
Amo las miradas distintas,
el amor de gordos, grandes y chicos,
que consuman pasión ocultas avenidas,
como escondiendo el alba, con imagen al revés.
Amo el canto de Mercedes, y su gracias ala vida,
el fusil de las cuerdas de Víctor Hedería,
los recitados clandestinos de versos prohibidos.
Amo, hogar en vino mis juicios y prejuicios,
embriagando el cuerpo, liberando sueños,
esos imposibles, que por tal, reales;
tocar una estrella, besar la luna;
amo todo de ésta; mi vida,
la rebelión de los locos,
la paz o la guerra,
en trinchera o llanto.
Porque sé que pensar es rebelión,
soló el trabajo renta;
vivo pensando lo que la vida condena,
amo la condena, de lo que ella queda.
Amo la libertad de los hombres libres – amo mi vida.